Piedad Bonnett (Colombia)

Bozza automatica 1810
 

Poeta, crítica literaria, novelista y dramaturga nacida en Amalfi, Colombia en 1951. Sus poemas han sido traducidos al sueco, inglés, griego, portugués, italiano y francés y es merecedora de diferentes menciones en concursos y premios de poesía, por ejemplo, el premio “Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval 2012” por su contribución a la lengua castellana.

Su obra gira alrededor de su experiencia personal, para Bonnett escribir es una forma de curarse y comprender la vida: “Ocurre, / que un día voy amando sin ton ni son a todos”, describe con imágenes cotidianas su percepción de sentido: “Una cocina puede ser el mundo, / un desierto, un lugar para llorar.” Su lenguaje atraviesa diferentes fases que se reflejan en su poesía; se encuentran versos con expresiones coloquiales, líricos, barrocos y transparentes.

Piedad tiene un toque sutil y la capacidad de convertir el dolor en algo bello, darle fuerza a la oscuridad y así llega a sus lectores, con la claridad de su propia visión del mundo desde su condición de ser humano: “Mi corazón se obstina y el sol calienta afuera, / y tan sólo callamos con la mano en la frente”.

Enfrenta temas de violencia colectiva y áreas íntimas de su vida: “Desde mi territorio agotado en su límite, mi sangre corre a un país imaginario del que he sido expulsada, mi sangre condenada se alza sobre las lágrimas porque no acepta su exilio de siglos.” Sus versos acompañan como amuletos y su voz es una de las más agudas en el panorama poético actual.

Rocio Bolanos

 
 
 
 
Cadenas
 
Como un niño obstinado
que persiste en salir del laberinto
deambulas noche a noche por mis sueños.
Con el alma encogida yo te sigo
sabiendo que más tarde o más temprano
tú encontrarás la puerta y yo el olvido.
 
 
 
 
 
 
Cocina
                        Para Ma. Victoria.
 
Una cocina puede ser el mundo,
un desierto, un lugar para llorar.
 
Estábamos ahí: dos madres conversando en voz muy baja
como si hubiera niños durmiendo en las alcobas.
 
Pero no había nadie. Sólo la resonancia del silencio
donde alguna vez hubo música trepando las paredes.
 
Buscábamos palabras. Bebíamos el té
mirando el pozo amargo del pasado,
 
dos madres sobre el puente que las une
sosteniendo el vacío con sus manos.
 
 
 
 
 
 
Centelleo del instante
 

Unas veces las manos se tocan
y otras ni siquiera se tocan.
Los ojos sí se tocan
o algo que está atrás de los ojos.
Roberto Juarroz

Cuando a pesar de los hábitos inútiles,
de los tristes rituales,
de la terca ceguera que nos lleva
al tanteo a los viejos rincones,
abruptamente
una mirada toca otra mirada,
toca su oscuro fondo y temblorosa,
plena de desnudez, resbala en ella
como una perla cae a una garganta,
el centelleo del instante ilumina
aquello que los hombres buscamos desde siempre
y que los dioses mezquinos se obstinan en no darnos.
 
 
 
 
 
 
Algo hermoso termina
 
Todos los días del mundo
algo hermoso termina.
Jaroslav Seifert

 
Duélete:
como una vieja estrella fatigada
te ha dejado la luz. Y la criatura
que iluminabas
(y que iluminaba
tus ojos ciegos a las nimias cosas
del mundo)
ha vuelto a ser mortal.
 
Todo recobra
su densidad, su peso, su volumen,
ese pobre equilibrio que sostiene
tu nuevo invierno. Alégrate.
Tus vísceras ahora son otra vez tus vísceras
y no crudo alimento de zozobras.
 
Ya no eres ese dios ebrio e incierto
que te fue dado ser. Muerde
el hueso que te dan,
llega a su médula,
recoge las migajas que deja la memoria.
 
 
 
 
 
 
Tiempos de pesadumbre
 
Pongo mi corazón sobre esta mesa,
transido, desatado, hondo de pena.
 
Qué tirante y azul el cielo con su ojo.
 
Pero este oscuro dardo en el costado,
el látigo chirriando
y la espuela que quema la mejilla.
Y este dolor aquí,
este dolor de todos,
su rostro contra el polvo y este llanto.
Pongo mi corazón sobre esta mesa,
impúdico, aterido con sus clavos.
Un viento atolondrado
despeina en mi jardín el algarrobo.
 
Pero
y esta piedra en el pecho,
y este piso de erizos,
y el mordisco rabioso,
y esta taza en pedazos que nos corta los dedos.
 
Mi corazón se obstina y el sol calienta afuera,
y tan sólo callamos con la mano en la frente.