Poeta de profunda lírica, con particular atención al erotismo, la pasión carnal de una mujer que luchó incansablemente con la existencia.
Sus versos reflejan su fuerza indomable, ironía, amargura, sensualidad del lenguaje: “Yo danzaré/ para que todo olvides/ y habré de darte la embriaguez que pides/ hasta que Venus pase por los cielos.”
La obra poética de Alfonsina Storni es auténtica; escribía principalmente del amor y transmite al lector el escenario del mundo desde su posición de mujer latinoamericana de su tiempo, que se atreve a vivir en búsqueda de la libertad de amar en cuerpo y alma y al mismo tiempo sufrir por ello: “Polvo de oro en tus manos fue mi melanconlía;/ Sobre tus manos largas desparramé mi vida;/ Mis dulzuras quedaron en tus manos prendidas; Ahora soy un ánfora de perfume vacía.”
Se considera que sus versos sean confesiones de su personalidad y estados de ánimo contradictorios; de esta manera Alfonsina contribuyó en la comprensión de la sensibilidad femenina, con una expresión personal: “No detendré la Muerte ni torceré la Vida./ Mi palabra, mi acento, no tendrán consecuencia: / Por muy alta que sea, será errada mi ciencia.”
Alfonsina decide de terminar su vida con un suicido, lanzándose de la escollera al mar, dedicando un poema a su amor, el poeta también suicida Horacio Quiroga.
Es importante recordar que los versos tajantes de búsqueda y novedad le pertenecen a la figura de mujer emancipada que amplificó cada ángulo de sus dolores y le dio voz a lo cotidiano que pocas personas se atrevían a hacerlo.
Su muerte inspiró una de las canciones más conocidas de América Latina “Alfonsina y el mar”.
Rocio Bolanos
Voy a dormir
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes…
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides… Gracias. Ah, un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…
La loba
Yo soy como la loba.
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.
Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley,
Que no pude ser como las otras, casta de buey
Con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza!
Yo quiero con mis manos apartar la maleza.
Mirad cómo se ríen y cómo me señalan
Porque lo digo así: (Las ovejitas balan
Porque ven que una loba ha entrado en el corral
Y saben que las lobas vienen del matorral).
¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño!
No temáis a la loba, ella no os hará daño.
Pero tampoco riáis, que sus dientes son finos
¡Y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!
No os robará la loba al pastor, no os inquietéis;
Yo sé que alguien lo dijo y vosotras lo creéis
Pero sin fundamento, que no sabe robar
Esa loba; ¡sus dientes son armas de matar!
Ha entrado en el corral porque sí, porque gusta
De ver cómo al llegar el rebaño se asusta,
Y cómo disimula con risas su temor
Bosquejando en el gesto un extraño escozor…
Id si acaso podéis frente a frente a la loba
Y robadle el cachorro; no vayáis en la boba
Conjunción de un rebaño ni llevéis un pastor…
Id solas! ¡Fuerza a fuerza oponed el valor!
Ovejitas, mostradme los dientes. ¡Qué pequeños!
No podréis, pobrecitas, caminar sin los dueños
Por la montaña abrupta, que si el tigre os acecha
No sabréis defenderos, moriréis en la brecha.
Yo soy como la loba. Ando sola y me río
Del rebaño. El sustento me lo gano y es mío
Donde quiera que sea, que yo tengo una mano
Que sabe trabajar y un cerebro que es sano.
La que pueda seguirme que se venga conmigo.
Pero yo estoy de pie, de frente al enemigo,
La vida, y no temo su arrebato fatal
Porque tengo en la mano siempre pronto un puñal.
El hijo y después yo y después… ¡lo que sea!
Aquello que me llame más pronto a la pelea.
A veces la ilusión de un capullo de amor
Que yo sé malograr antes que se haga flor.
Yo soy como la loba,
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.
Tú, que nunca serás
Sábado fue, y capricho el beso dado,
capricho de varón, audaz y fino,
mas fue dulce el capricho masculino
a este mi corazón, lobezno alado.
No es que crea, no creo, si inclinado
sobre mis manos te sentí divino,
y me embriagué. Comprendo que este vino
no es para mí, mas juega y rueda el dado.
Yo soy esa mujer que vive alerta,
tú el tremendo varón que se despierta
en un torrente que se ensancha en río,
y más se encrespa mientras corre y poda.
Ah, me resisto, más me tiene toda,
tú, que nunca serás del todo mío.