Álvaro Mutis (Colombia)

Bozza automatica 1812
 
 

Poeta y novelista colombiano. Consiguió el Premio Príncipe de Asturias en 1997, trabajó en radio dedicando el espacio a la literatura, también como crítico en la revista Vida y los periódicos El Espectador y La Razón.

Recibió múltiples galardones, por ejemplo, el Premio Cervantes por su aportación a la literatura en lengua española y el mayor reconocimiento francés La Legión de Honor en grado de oficial, entre otros. Murió en el año 2013, en México, donde residió por más de cinco décadas.

Mutis vive la poesía como metáfora, como invitación para asumir y sobrellevar el diario vivir: “Es menester lanzarnos al descubrimiento de nuevas ciudades. // Generosas razas nos esperan.” Sus textos son ceniza y memoria y describe el mundo del ser humano contemporáneo: “Si oyes correr el agua en las acequias, / su manso sueño pasar entre penumbras y musgos”.  Álvaro es capaz de hacer una analogía con la búsqueda de la paz y la lucha constante entre la vida y la muerte, los sucesos pasados que quedan en silencio como sombra del presente y llama las cosas por su nombre desde las profundidades de su situación: “Que te acoja la muerte / con todos tus sueños intactos.”

Sus versos hacen referencia al destino, ese caso inevitable que ocurre de improviso: “es otro vano intento de abolir el azar” y hace especial énfasis al desasosiego del exilio que representa la temática principal de su obra: “Y es entonces cuando peso mi exilio / y mido la irrescatable soledad de lo perdido / por lo que de anticipada muerte me corresponde / en cada hora, en cada día de ausencia”.

La obra poética de Álvaro Mutis mantiene una sensación de destierro o extrañamiento, pregunta y respuesta abierta a su propia necesidad biográfica. Se transforma en diálogo y reflejo permanente con sus lectores sobre la tradición literaria.

Rocio Bolanos

 
 
 
 
NOCTURNO
 
Respira la noche,
bate sus claros espacios,
sus criaturas en menudos ruidos,
en el crujido leve de las maderas,
se traicionan.
Renueva la noche
cierta semilla oculta
en la mina feroz que nos sostiene.
Con su leche letal
nos alimenta
una vida que se prolonga
más allá de todo matinal despertar
en las orillas del mundo.
La noche que respira
nuestro pausado aliento de vencidos
nos preserva y protege
«para más altos destinos».
 
 
 
 
 
 
CIUDAD
 
Un llanto,
un llanto de mujer
interminable,
sosegado,
casi tranquilo.
En la noche, un llanto de mujer me ha despertado.
Primero un ruido de cerradura,
después unos pies que vacilan
y luego, de pronto, el llanto.
Suspiros intermitentes
como caídas de un agua interior,
densa,
imperiosa,
inagotable,
como esclusa que acumula y libera sus aguas
o como hélice secreta
que detiene y reanuda su trabajo
trasegando el blanco tiempo de la noche.
Toda la ciudad se ha ido llenando de este llanto,
hasta los solares donde se amontonan las basuras,
bajo las cúpulas de los hospitales,
sobre las terrazas del verano,
en las discretas celdas de la prostitución,
en los papeles que se deslizan por solitarias avenidas,
con el tibio vaho de ciertas cocinas militares,
en las medallas que reposan en joyeros de teca,
un llanto de mujer que ha llorado largamente
en el cuarto vecino,
por todos los que cavan su tumba en el sueño,
por los que vigilan la mina del tiempo,
por mí que lo escucho
sin conocer otra cosa
que su frágil rodar por la intemperie
persiguiendo las calladas arenas del alba.
 
 
 
 
 
 
SEÑAL
 
Van a cerrar el parque.
En los estanques
nacen de pronto amplias cavernas
en donde un tenue palpitar de hojas
denuncia los árboles en sombra.
Una sangre débil de consistencia,
una savia rosácea,
se ha vertido sin descanso
en ciertos rincones del bosque,
sobre ciertos bancos.
Van a cerrar el parque
y la infancia de días impasibles y asoleados,
se perderá para siempre en la irrescatable tiniebla.
He alzado un brazo para impedirlo;
ahora, más tarde, cuando ya nada puede hacerse.
Intento llamar y una gasa funeral
me ahoga todo sentido
no dejando otra vida
que ésta de cada día
usada y ajena
a la tensa vigilia de otros años.